viernes, 11 de noviembre de 2011

En un bulevard de los sueños rotos.

Ya no sabe en que tierra caminan sus pies, ni su nombre, ni el nombre de nadie, solo se acuerda de él, de todas las risas juntos, las horas por teléfono, los besos casi interminables, las caricias que la hacían rozar el cielo y los abrazos que la daban un motivo para vivir, pero ella piensa ¿Y ahora que? Después de horas y horas caminando llega a una ciudad completamente vacía, es de noche, sus habitantes ya duermen, y se da cuenta de que lo único que la acompaña es su sombra hecha por las farolas. Entonces por primera vez en mucho tiempo levanta la cabeza, se da cuenta de que la ciudad no era tan oscura y aburrida como ella creía, de que no estaba desierta, si no que había caminantes por todos lados, algunas la miraban y sonreían, y se dio cuenta de que ella también estaba sonriendo, que en cuestión de segundos estaba riendose de nada, saltando y bailando por las calles, se dio cuenta de que no la miraban como si estuviera loca, si no con alegría, lo había conseguido, sabe que no le olvida, pero también sabe que no es el final, de que sin él puede sonreír, que quiere su sonrisa, pero que si no tiene la suya va a aprovechar la de los demás, y caminará sola, durante mucho seguirá caminando sola con la compañía de la soledad, pero la soledad no va atada a la infelicidad.

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